El
agua, sustancia básica y propicia para
el desarrollo y mantenimiento de la vida, encierra todavía algunos enigmas por desvelar.
En
su estructura interna las moléculas de agua, conocidas por la popular fórmula H2O,
se agrupan en estructuras macromoleculares, mediante enlaces de puente de
hidrógeno, formando auténticos cuerpos o
conglomerados, cuya forma y resistencia viene determinada por la información o
vibración a la que está - o ha sido - sometida cada grupo de moléculas. Es decir,
la forma contiene la información o la historia
del agua, o mejor dicho, de cada
pequeña porción de agua.
Por
otro lado parece que la información puede transmitirse por resonancia de unos
cuerpos a otros, de manera que cada vibración (producida por luz, sonido,
sustancia, movimiento, campo magnético…) produce o puede producir cambios en
las estructuras o cuerpos, en función de su resistencia o estabilidad,
modificando sus formas. Esto implica que el agua es claramente “sensible” a los
fenómenos descritos (vibraciones).
En
estado natural o puro (sin contaminantes) las formas de las estructuras
macromoleculares muestran una tendencia
a formar estados ordenados tal y como ha sugerido Masaru Emoto, quién también
ha relacionado dichos estados ordenados con emociones o sentimientos que
podríamos llamar puros, armónicos o amigables.
Por
tanto a través de la transparencia del agua y por su reflejo podemos deducir
que la conciencia y su evolución, o conceptos como el amor, se relacionan
físicamente con ciertos estados ordenados o formas presentes en los cuerpos del
agua, que podríamos llamar arquetípicas
o primigenias y que además le confieren ciertas propiedades en relación con los
efectos que producen en organismos vivos.
Esto
podría explicar entre otras cosas (o por lo menos estar íntimamente relacionado
con), los efectos placebo, las terapias basadas en proyecciones mentales o
pensamientos positivos, los beneficios del yoga, la relajación o simplemente el
buen rollo, ya que, no lo olvidemos, estamos hechos mayoritariamente de agua.
Si
una determinada ordenación de la macroestructura cristalina del agua es capaz
de eliminar mayor número de toxinas al pasar por nuestro cuerpo, y si a la
vez, nuestros pensamientos, emociones o
actitudes pueden modificar dichos estados de ordenación en un agua externa,
sucederá obviamente, como mínimo, lo mismo en nuestro “fuero” interno.
Profundizando
un poquito, estas hipótesis o realidades abren además un interesante debate, ya
que podemos plantearnos si el pensamiento o conciencia ocurre sobre la base de
la fenomenología física o si es más bien al contrario, y resulta que es la
realidad física o fenomenológica la que “aparece” soportada por una base mental
o de conciencia.
Al final deberemos aceptar que las cosas son como son y procurar salir
de las dualidades limitantes, para no enredarnos tanto y “encontrarnos” en el
mágico sendero de la luz que nos
conduce, sin duda, a la verdad.
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